El Palacio de la Aljafería ha acogido, un año más, el acto central en Aragón en torno al Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto y Prevención de Crímenes contra la Humanidad
Tras el encendido de velas y el minuto de silencio en homenaje a las víctimas, han comparecido representantes de colectivos vinculados a grupos humanos que sufrieron deportación y exterminio a manos del nazismo: el pueblo judío, el pueblo gitano, los discapacitados, los perseguidos por sus opciones afectivo sexuales o por otras circunstancias…
El acto, conducido por la periodista Sara Lambán, ha tenido momentos emotivos, como el recuerdo de los hermanos Rogelio y Romualdo Laplaza Bernad a cargo de de sus descendientes Yolanda y Lorena. Ambos hermanos, de Castejón de Valdejasa, exiliados tras la derrota en la guerra civil, trabajadores en Francia y colaboradores con la Resistencia, fueron apresados y deportados a Buchenwald, para morir en el campo de exterminio de Flossenbürg.
En una jornada de recuerdo y memoria, pero también de enseñanza, cobra especial significado la presencia de estudiantes. En este caso, Leire, Gema, Daniel, Mónica y Marina, del IES Miguel Catalán de Zaragoza, han intervenido como muestra de la importancia de las generaciones jóvenes como transmisores de un legado y como depositarios de una esperanza en el futuro.
Gran parte de las intervenciones han tenido como referencia el lema de la celebración de este año: “Ordinary people”, “Gente corriente”, poniendo el acento en el Holocausto nazi y en otros genocidios como situaciones en las que las personas anónimas, de una manera o de otra, están implicadas: como ejecutoras, como cómplices silenciosas, como perseguidas, como víctimas… y también como resistentes pasivas o activas. La arbitrariedad y la injusticia son problemas de todos y de todas, y del conjunto de la sociedad depende también la respuesta.
Con los representantes de las asociaciones organizadoras del mismo, Amical de Mauthausen y Rolde de Estudios Aragoneses, y bajo los compases de la canción “Los soldados del pantano” (himno de los deportados), se ha cerrado un acto cargado de enorme simbolismo.